viernes, 18 de marzo de 2011

Mikado mártir

Gigante en la ciudad.

Ferry en la azotea.

Y, por qué tan solita, chiquita?...

LA CORNADA

Por Renecio del Rincón t.

“Así como el ignorante está muerto antes de morir,

el hombre de talento vive aún después de muerto”

-Publio Siro, escritor de la antigua Roma.

Renecio es humano como el que más y por ello, incapaz de sustraerse al acontecimiento que absorbe la atención casi del total del mundo: El fortísimo terremoto que asoló el archipiélago nipón, tan severo que movió su ubicación en el mapa por cosa de más de dos metros, según aceptan ya muchos hombres ‘de cencia y artegia’, no así el borrego propalado en el sentido que dicho fenómeno habría desviado en diez centímetros el eje rotacional de La Tierra… Más no paran allí las desdichas de los admirables ojos de rayita: El tremendo choque de las placas tectónicas submarinas desencadenó un pavoroso tsunami que acabó con lo que el sismo dejó en la costa noreste de la isla principal nipona, dejando los increíbles testimonios gráficos que acompañan estas líneas; y por si el sufrimiento fuera poco, ambos fenómenos naturales provocan por doquier dantescos incendios en las ruinas prevalecientes. Tierra, agua y fuego en estrecho contubernio en la tortura al estoico pueblo japonés. Y, ¿el cuarto proverbial elemento, el viento, dónde queda en esta tragedia digna de Esquilo? ¡Ah!, pues ese elemento queda como colofón a la dantesca hecatombe:

Los constantes movimientos telúricos ocasionan serios daños en los sistemas de enfriamiento en varios reactores nucleares generadores de energía, notoriamente en la Central eléctrica de Fukushima, al norte de la capital nipona, Tokio… Quizá debido al viejo diseño (40 años en operación) de estas centrales, los denodados esfuerzos de sus técnicos han sido inútiles y ya se han producido destructoras explosiones de gas hidrógeno, y emisión de vapor radioactivo a la atmósfera, aunque los blindajes preventivos resisten parcialmente pese a lo complejo de la situación. Evacuación de habitantes en un radio de 30 km, temor de que los vientos lleven la contaminación de partículas hasta la cercana Tokio y Yokohama; en resumen, un panorama de lo más ominoso que tiene al mundo inquieto e imaginando el peor de los escenarios: Un Chernobyl, que en 1986 estremeciera Europa, magnificado y multiplicado.

En la escala de riesgo, la central ucraniana implantó la cifra máxima de 7, al día de ayer Fukushima mereció ya la calificación de 5… Es en este escenario donde el cuarto elemento hace su temida aparición, aunque son varios los expertos que alivian misericordiosamente los temores al señalar en primer lugar que aún en el peor de los casos no habría ningún hongo nuclear, pues las centrales afectadas no son bombas atómicas en ningún sentido. De presentarse el derretimiento del núcleo del reactor, libera a la atmósfera radiación directa -peligrosa solamente hasta un radio de 50 km-, y contaminación a partículas de polvo , éstas sí susceptibles de ser arrastradas por los vientos hasta distancias considerables… No está debidamente estudiado este peligro y tenemos la docta opinión de un experto norteamericano en el sentido de que, precisamente por su viejo diseño de plantas, este último riesgo no es demasiado grande habiendo quienes lo equiparan a la radiación solar sufrida en un día en la playa del trópico… ¡Vaya usted a saber!

Mientras son peras o son manzanas, mi editorialista española favorita, doña Pilar Rahola en La Vanguardia del 15/03/11, razona así sobre la tragedia actual japonesa: “No hemos visto ni escenas de pánico –aunque el miedo ha ensombrecido las miradas–, ni saqueos, ni caos. Orden, en medio del desastre, organización allí donde la naturaleza ha sembrado la destrucción, planes eficaces allí donde parecía que todo había desaparecido. Son, sin ninguna duda, un pueblo admirable, cuyo sentido de nación los hace fuertes ante cualquier tragedia inesperada”. Y se pregunta la señora Rahola, ¿Qué sucedería ante similar coyuntura en Pakistán o Nigeria o, incluso, en la misma España?... Y agrego yo: ¿O en México? ¡Ya nos estaríamos robando y matando los unos a los otros! Y si no lo crees, al tiempo… Lo que es imperativo destacar es que el gobierno nipón no ha dejado piedra sin remover para tratar de controlar y enfriar los dañados reactores, desde rociarlos con agua de mar llevada por helicópteros o vaciarles el líquido con camiones pipa, hasta introducir electricidad externa a los sistemas de bombeo con igual fin; mayúsculos esfuerzos que me hicieron rememorar la heroica página guerrera escrita en la Segunda Guerra Mundial por la polaca Brigada Pomorska de caballería, cargando con sus lanzas a los invasores blindados panzer alemanes… ¡Honor a quien honor merece!

De lo que debemos preocuparnos en México es de aquellos vivales que en estas circunstancias aprovechan para meter el ‘buen día’ en casa, verdaderos buitres humanos que lucran con el dolor ajeno: No olvidemos los mexicanos la ‘transa’ realizada en 1988 por el hermano ‘con iniciativa’ Raúl Salinas de Gortari, al introducir al país miles de toneladas de leche en polvo, procedentes de Bielorusia que a la sazón estaba en cuarentena de exportar ese radiactivo producto, contaminado con residuos de Chernobyl en sus pastizales que, a su vez, se depositaron en las ubres vacunas que secretaron la leche que el Raulito hizo beber a millones de mexicanos… ¿Ya se les había olvidado, compatriotas?

Y, para endulzarnos la amarga píldora: Favor de ver nuestra tercera foto del tsunami, y perdona lector, el negro humor de ella…

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