viernes, 29 de enero de 2010

Campanas...

Antoine de Saint Exupéry +

San Sebastian, 2006


LA CORNADA

Por Renecio del Rincón t.

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va…”

-Antoine de Saint Exupéry.

Campanas

El rincón donde transcurren los días de Renecio en la sureña Sayula, queda a distancia caminable de cualquier punto vital, necesario o interesante de la población. Su Plaza de Armas, bordeada de portales, dista de él meros 40 metros y 60 lo separan de la señera Parroquia de la Inmaculada. Por las noches, desde su comedor se vislumbra la cruz que corona el campanario, bañada en verde resplandor de incongruente neón; licencias del tiempo, pues… Con semejantes cercanías, participa Renecio del pulso diario y palpitante de este pueblo de perpetua cuaresma y procesión, incluyendo sus soberbias ‘cuetizas’ que hay que tolerar, unas por otras pues. Toda peregrinación, comparsa o desfile comparece obligadamente frente a sus enrejadas ventanas, también todos los dolientes sepelios. Y, unos y otros en sentido contrario a la circulación vial establecida. Noblesse oblige, pues…


Pero, de lo que en verdad quiero platicarles -inspirado tal vez por Yáñez y su Al filo del agua- es del disfrutable repertorio de un desconocido amigo campanero, quien desde las seis y media de la mañana -y tan sólo termina al filo de las nueve de la noche- desgrana tan popular arte con sus esperanzadas llamadas a misa, marcando la elevación y la bendición, sus domingueros repiques felices y jocundos, o bien, dobla a difuntos casi a diario recordándonos al pariente, amigo o conocido que se fue...


Campanas que antaño suplían a los relojes anunciando el alba a las cinco, que ‘daban’ las doce (el angelus), las tres y la oración a las nueve, pauta infaustamente ya perdida. En tal tesitura, viene a la mente aquel filosófico fragmento en la obra de 1939, Terre des hommes, del escritor y piloto (o aviador y poeta) francés, Antoine de Saint Exupéry al deceso de una anciana campesina: “Por ello, esa misma noche, la campana de muertos de la aldea me pareció cargada, no de desesperación, sino de una alegría discreta y tierna. Ella que celebraba con la misma voz los entierros y los bautismos, anunciaba una vez más el paso de una generación a otra. Y sólo se experimentaba una gran paz al oír cantar los esponsales de una pobre vieja con la tierra.”


A cambio de tan agradables efluvios sónicos que del campanario se esparcen, a los que mi perrita festeja con prolongados aullidos en reñida competencia, esa misma mimada perrita no deja de expresar su desacuerdo y franco espanto ante las nutridas salvas de cohetería con las que nuestros devotos feligreses expresan una asombrosa e incomprensible veneración, rayana en el fanatismo, a una casi cotidiana colección de deidades que celebran su ‘fiesta’ religiosa o pagana, a lo largo de todos los meses del calendario. Cuando mi esposa pregunta: -“¿A qué santo estarán celebrando hoy?”- le doy mi automática respuesta: No faltará, no faltará; si son cosa de al menos 11,000 vírgenes, y sin contar a arcángeles y apóstoles evangelistas…


Y, para endulzarnos la amarga píldora: ¡Ya parió la leona! Zelaya abandonó Honduras y planea radicar ¡en México, el basurero de la izquierda!...

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