viernes, 9 de abril de 2010

Capotazos...

Rodolfo Fierro, héroe revolucionario...

José Tomás, faena al moderno estilo revolucionario mexicano

LA CORNADA

Por Renecio del Rincón t.


“Sólo la verdad civiliza”… -Heine


Amarga herencia

Escribió Catón el 26/03/10: “Una de las más tristes herencias que la revolución dejó es la enseñanza de que se puede vivir sin trabajar. Malos líderes; políticos venales; gente sin oficio, pero que obtiene beneficio sirviendo de carne de manifestación; ejidatarios que en su mayoría han subsistido -y siguen (¿sub?) subsistiendo todavía- merced a la actitud paternalista de un Estado que tiene remordimientos de conciencia y que reparte a los campesinos dádivas como limosnas, he ahí el legado de un movimiento cuyos principios naufragaron en la corrupción”. Añade: “…Revolución que cumple este año un siglo de existencia y que, bien vistas las cosas, no nos liberó de nada, y en cambio a muchos dogmas nos ató”… Hace también alusión a lo que es de todo mundo conocido, pero que la mayoría de los observadores de nuestra historia más bien prefiere olvidar, como algunas ‘cositas’ que algunas damiselas quisieran borrar del registro de su conciencia: que la revolución, revolución, entendida como una guerra civil para terminar con un dictador, o un estado de cosas, o una tiranía, ésa terminó con la renuncia y exilio de don Porfirio en mayo de 1911, y que ésta fue casi incruenta.


La matanza al por mayor y caos en el país ocurrió después de esa fecha y hasta principios de los años treinta, dentro de lo que puede definirse como una guerra de facciones dizque ‘revolucionarias’, que lo único que buscaban era el poder por el poder mismo. Dicho en términos llanos: “Quítate tú para ponerme yo”… Y esa pugna es la que costó al pueblo mexicano cerca de un millón de muertes de combatientes y civiles indefensos. La bonanza económica y autosuficiencia alimentaria alcanzada en el porfirismo quedó hecha trizas, para ni siquiera tocar el tema de la seguridad y derechos personales y ciudadanos. A cien años de distancia, muchos analistas señalan que es hora de que México aún no se repone del cataclísmico choque de ambiciones ‘revolucionarias’… Quizá la más fétida y vergonzosa de tal herencia es que tantísima sangre e incontables sacrificios de nada sirvieron para corregir las lacras y vicios que se suponía se buscaba con tal movimiento: falta de democracia, continuismo, corrupción, nepotismo y compadrazgos, y ausencia de derechos ciudadanos y políticos.


Los gobiernos emanados de la revolución no solamente fallaron miserablemente en su corrección, sino que los institucionalizaron y perfeccionaron en grado excelso muy cercano al arte o a la ciencia. El lema maderista “Sufragio efectivo, no reelección”, que por décadas apareció impreso al pie de toda comunicación oficial, fue mero membrete hueco y vano en sus dos premisas torales: durante todo el Siglo XX la elección en México era una descarada y burlona farsa y la reelección efectiva de gremio estaba asegurada mediante la rigurosa disciplina de grupo para reinar por turno… La Dictadura Perfecta, como fuera motejada por el inteligente y certero Mario Vargas Llosa. Y esa fue la clase política que dizque luchó en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. O al menos esa fue su bandera…


Y, para endulzarnos la amarga píldora: El laureado maestro Granados Chapa en ocasiones cae en el involuntario ridículo, quizá forzado por sus compromisos ideológicos o por obligada solidaridad entre ‘intelectuales’: Está hospitalizado el ‘compañero’ Carlos Monsiváis y acota Granados (09/04/10): “Ha recibido innumerables muestras de acompañamiento, merecidas por la trascendencia cotidiana y a largo plazo de sus tareas y a su proteica presencia”… ¡Bendito sea Dios!

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